La casa
Como
siempre, como casi siempre, el calor parecía filtrarse por cualquier rendija de
la casa, desarreglada ya, sufrida por el paso de los años. Mismos pasos de los
años que aquel hombre había vivido en soledad. Aquellas paredes eran la imagen
de su sentimiento, su dejadez con el universo tras aquella pérdida, una
tragedia ínfima y pasajera para el universo entero pero claro, eterna para él.
Esa
mañana no era otra mañana, tampoco tenía nada de diferente, como siempre,
cuando algún pájaro revoltoso comenzaba a cantar afuera, el abrió los ojos, se
levantó, casi mecanizado, se disponía ya a tomar su primer sorbo cuando se dio
cuenta, miro las paredes, en algunas zonas creía hasta distinguir, detrás de el
musgo algún ladrillo. Lo pensó y sin más, dijo en voz alta- Hay que revocar,
querida. En su mente, alguien respondió.
En el centro, la muchacha que lo atendía siempre notó un brillo en sus ojos, no era la única que sabía la trágica historia y desde entonces, trataba al pobre hombre casi con lástima, como si para él la felicidad fuera otro objeto más para su baúl de recuerdos. Se extrañó de que aquel hombre, si, el mismo de la casa harapienta le pidiera materiales de construcción, ¿se mudaría? ¿vendería la casa?
Los rumores por el pueblo corrieron rápido, como jugando carrera.
En el centro, la muchacha que lo atendía siempre notó un brillo en sus ojos, no era la única que sabía la trágica historia y desde entonces, trataba al pobre hombre casi con lástima, como si para él la felicidad fuera otro objeto más para su baúl de recuerdos. Se extrañó de que aquel hombre, si, el mismo de la casa harapienta le pidiera materiales de construcción, ¿se mudaría? ¿vendería la casa?
Los rumores por el pueblo corrieron rápido, como jugando carrera.
El
hombre no prestaba atención, estaba seguro.
Meses después su casa estaba lista, pintada, arreglada, feliz, y por supuesto, la casa no era la única feliz, el hombre, después de tantos años vivía en un hogar, y por supuesto, la muchacha del centro también, en el mismo hogar.
Meses después su casa estaba lista, pintada, arreglada, feliz, y por supuesto, la casa no era la única feliz, el hombre, después de tantos años vivía en un hogar, y por supuesto, la muchacha del centro también, en el mismo hogar.
Hola, te he nominado a un concurso que es más un fin en sí mismo... ¿te fijas? Mil besos. http://refugioliterarioo.blogspot.com/2014/04/estamos-nominados-los-lba-liebster-blog.html
ResponderBorrarHola, me gusta mucho tu blog y creo que eres merecedora de que te nomine a los premios Dardos, pasa por mi blog para mas información.
ResponderBorrarSaludo, suerte !! :)
Concurso o no concurso, premio o no premio, esto es bueno. No creo en nada que dependa de opiniones de supuestos conocedores. Demasiados ejemplos: Van Gogh, Chaplin, Welles, que no recibieron premios por sus obras de arte. Esto emociona, y es lo único que vale. Y queda atrás la exquisitez de la prosa o el rigor de la escritura. Si hace sentir algo, vale.
ResponderBorrarMe encantó. Te había dicho que iba a comentar, y fue hace una semana. La verdad es que lo vengo a leer recién ahora, y no esperé que sea tan bueno. No sé qué es lo que más me gustó de todo, si el lenguaje simple o esa manera de describir indirectamente lo que yo no describiría. No estoy diciendo que esté mal, sino que me encanta por esa parte, me encanta que te centres en otras cosas, es muy interesante. Compartí hace una semana, y hoy vuelvo a compartir. Espero ver más entradas como esta ¡Un abrazo, Paula!
ResponderBorrarMuy bueno, espero otras entregas.
ResponderBorrar