lunes, 10 de marzo de 2014

Carnavalero...

                -        Carnavalero!
No había dudas, era él, se dio vuelta, esperando a ver con que viejo sucuchado en el bar se iba a encontrar, lo que no imagino fue verlo a él, su otro carnavalero.
Un abrazo cálido lleno las calles de un clásico invierno montevideano, alguna hoja de algún retrasado árbol que aún se creía otoñal decoraba la calle, cuando aquellos dos personajes entraron al bar, nadie se extrañó, digo, dos almas de carnaval, tomando algo en un bar, más que rutinario.
                      -¿Qué era, verano del 99 o 2001?
                -  ¡Febrero del 2000!
Más que dos adultos, cuarentones, parecían ser niños, sus ojos brillaban, ese brillo podía haber iluminado cualquier oscuridad.
Allí estaban los dos, entre las barbas de varios días se colaban las mejores sonrisas, si, las mejores sonrisas que vi.
                      -¿te acordás de ese cuplé?
                      -Allá viene de nuevo, la misma brisa.
Ambos estallaron en risas, parecían estar metidos en un universo suyo, único e irrepetible.
Uno de los dos, no recuerdo, el de la izquierda según supongo, levantó la mano, llamó al mozo.
                                            - “Era verano, un calor pero de morirse, 68 grados a la sombra...”
                                            -Y, a la sombra de un árbol, bien fresquito, que todos saben que la sombra natural es, justamente, naturalmente más fresca”- Interrumpió el otro.
El primero le guiñó un ojo y siguó
                                            -Veníamos de noches enteras terminando de preparar la murga, no es fácil ¿sabés? La gente estaba crítica, se venía un carnaval que prometía. Nosotros intentábamos deslumbrar pero claro, siempre hay algún estafadito que por un poco de guita arruina una fiesta.
                                            -Y como sonreía esa morocha!- Volvió a interrumpir.
Otra guiñada, aquello parecía un ritual.
- Mirá la hora que se hizo, me retiro- Se atrevió a decir el primero.
El mozo, quien esperaba, al igual que yo, una historia, acotó: -¿Cómo? ¿y la historia?
                                        -  ¿Qué historia? ¿estuviste tomando?- le tiró otra guiñada al compañero y se fue, sin más.