viernes, 26 de mayo de 2017
Casi todo, en el día del libro (Uruguay)!
Ya me había sentado, había agarrado el papel y la lapicera adecuada, si cerraba los ojos hasta me imaginaba que estaba en una película francesa, con un ambiente nostálgico y tonos cálidos.
Si, hasta el personaje entrañable con barba descuidada ubicadito en el fondo. Me imaginaba un perro echado afuera del bar, mirando la gente que pasaba por la calle angosta del barrio.
Ya tenía la taza de café bien humeante y el olor a los granos recién molidos. Si cerraba los ojos un poco más fuerte se me venía hasta la imagen de este mismo hombre con su café y su barba descuidada sentado en el rincón del fondo en una mesa de madera con una máquina de escribir vieja (porque una computadora me rompía el clima) y unos borradores esparcidos por todo el lugar, hasta me imaginaba una hoja con la clásica marca redonda de café que se crea cuando en un descuido usamos los borradores de mantel.
Ya tenía a la muchacha que desde la vereda de enfrente lo veía ensimismado en su escritura y cruzó la calle en diagonal, decidiendo que era el momento perfecto para merendar, entraba nomás, se pedía un café y un croissant (porque el clima era francés), pero no podía cortar la imaginación acá, claro que no. La muchacha se le acercaba a nuestro personaje escritor, acumulaba valentía y le recitaba una cita de Cortazar para empezar una conversación, porque a ella también le parecía entrañable.
¿y?
Y nada, tenía todo, tenía casi todo, menos un final.
sábado, 4 de marzo de 2017
Ínfima reflexión de verano
Sin darnos cuenta
Estoy en la playa, en el agua como este calor de verano
invita mientras me acomodo una tobillera que se resigna a mantenerse atada y su
dueña se resigna a quemarla y que quede fija en el lugar, porque quién sabe qué
puede pasar, me distraigo mirando a unas nenas de no más de diez años
entusiasmadas, muy entusiasmadas con haber llegado al banco que forma la arena
y hace que las olas revienten con fuerza, felices les muestran a quien yo
supongo es la madre o el adulto responsable del momento dónde están y cómo
llegan hasta ahí dando pie y en ese momento, entre las olas que me rompen en la
nuca desarmando algún que otro nudo en los músculos, arrastrándome levemente
hacia adelante y luego empujándome con el retorno del agua me doy cuenta, el
problema es que con el tiempo dejamos de despertar nuestro asombro, la vida nos
va sacando la capacidad de sorprendernos, no nos sorprende un día espectacular
de playa, no nos sorprende estar en el banco de arena, no nos sorprende que una
banda de inadaptados hagan de un partido de fútbol una batalla campal, no nos
sorprende que casi diez mujeres hayan sido brutalmente asesinadas por sus
parejas o ex parejas, y a lo mejor en
unos meses no nos sorprenda que una jueza tome una decisión que no se adecua a
la ley ¿Qué más nos va a dejar de sorprender? ¿Cuántas cosas ya habremos
"normalizado" y "naturalizado" sin darnos cuenta? ¿De
cuánta cosa hermosa nos estaremos perdiendo y cuántas catástrofes y malas
decisiones esteremos pasando por alto?
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